Que la ética y la responsabilidad social son al menos convenientes para
los intereses de la empresa parece una cuestión de sentido común. El
coste de la irresponsabilidad es elevado, y la experiencia nos lo ha
demostrado en incontadas ocasiones. Sin embargo, cada vez son más las
voces que reclaman una mayor concreción de la rentabilidad de la ética,
un avance en la medición del retorno de la inversión en acciones
relacionadas con la responsabilidad social en empresas y organizaciones.
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